Parece que la innovación es la solución para mejorar la competitividad, se habla de hacer proyectos de ́innovación, esquema aceptado por todos, no obstante deberíamos reflexionar. Quizás lo que hacemos son proyectos de productos, servicios o sistemas en los que sus especificaciones plantean retos diferenciadores que pueden dar pie a generar innovaciones incrementales o radicales.
Muchas empresas creen que la inversión en transferencia de tecnología: sistemas productivos, softwares avanzados y a incorporación de sistemas y metodologías disruptivas son actividades innovadoras. Realmente favorecen la mejora productiva y facilitan la competitividad, pero por sí mismas no contribuyen a dominar la tecnología y los procesos innovadores.
Existe el convencimiento de que la innovación es la receta definitiva para incrementar la competitividad, creo que no es del todo exacto. Podemos decir que es prioritario dentro del ́universo de factores que aunados posibilitan generar valor apreciado por los consumidores.
Las propuestas de valor son dinámicas y circunstanciales, es decir continuamente cambiantes obligando en todo momento a la revisión de los atributos diferenciadores de productos y servicios.
Existen muchos factores para crear valor: la innovación, el diseño, la productividad, los costes, la comunicación, la calidad funcional y la percibida, la seguridad, el mantenimiento entre muchos otros.
Un equipo motivado, cohesionado con pericia y un alto nivel de formación favorece la creación de valor. Es decir, querer generar atributos competitivos sobre la base de inversión de capital, infraestructuras y medios materiales sin contar con un equipo altamente cualificado difícilmente se generarán propuestas de valor diferenciadas de los competidores.